Capítulo 31
“A veces me pregunto para qué
crearía Dios a los hombres”
Lo susurra Rita Hayworth en Fuego escondido (Robert Parrish,1957) batiendo su hermosa melena ondulada, abriendo sus labios de amapola rota y
entornando los ojos como si fueran un par de plumas negras meciéndose al viento,
mientras un supuesto amante la mira embelesado.
Dios creó a los hombres para que nos
defendieran de los sanguinarios piratas que surcan los mares. Para qué cuando
un terremoto nos sepultase entre toneladas de escombros, nos levantarán del agujero
como si nuestros cuerpos fueran sacos de algodón, para que cuando un volcán
entra en erupción nos guíen por el sendero donde la lava no puede llegar. Para qué cuando ruge la
marabunta y las hormigas soldado se comen hasta las hojas de los geranios; nos
cojan de la cintura con ímpetu y mientras nuestra cabeza cae hacía atrás en un
grácil y sutil movimiento les miremos a los ojos, y dejemos que nos besen con
furia mientras su testosterona echa humo por los poros de su torso desnudo.
¡Ah!
¿Qué no?
¿Qué todo este montaje entre las XX y los XY es una sucia patraña que han urdido los Ángeles Custodios para que la especie humana no se extinga? En definitiva se trataba de eso, de la persistencia de la especie.
¡Muy bonito, Dios!. ¡Muy bonito!. Toda la vida pensando que nos creaste a tu imagen y semejanza, y hasta dejaste a Adán sin una costilla para que Eva y él vivieran como dos tórtolos en el Paraíso; y resulta que fue todo un plan estudiado y requetestudiado para perpetuar la raza humana.
¿Qué no?
¿Qué todo este montaje entre las XX y los XY es una sucia patraña que han urdido los Ángeles Custodios para que la especie humana no se extinga? En definitiva se trataba de eso, de la persistencia de la especie.
¡Muy bonito, Dios!. ¡Muy bonito!. Toda la vida pensando que nos creaste a tu imagen y semejanza, y hasta dejaste a Adán sin una costilla para que Eva y él vivieran como dos tórtolos en el Paraíso; y resulta que fue todo un plan estudiado y requetestudiado para perpetuar la raza humana.
Pues espero que tengas a los Ángeles Custodios encerraditos en una mazmorra y de cara a la pared. Porque como
asesores divinos no tienen precio. No hubiera sido mejor dejar a Adán con la
costilla en su sitio y darle la facultad de reproducirse como los caracoles, y
llegado el caso, si el pobre se seguía aburriendo en el Paraíso, haberle
conseguido una tablet (total, tú ya sabías que las iban a inventar más tarde)
para que navegara por las ondas del Infierno y del Purgatorio.
Verás, es que yo pienso que
toditos los conflictos que nos pasan a las mujeres con los hombres están
motivados por la dichosa costilla. Llevar el peso del padre Adán sobre los hombros no es nada
fácil, y no menos pesado es cargar con el sanbenito de la madre Eva y la
manzana del pecado. Sí, Dios, a Eva también tenías que haberle regalado otra tablet.
Porque desde que Eva pecó el hombre no deja ni un momento de desear
lo que no tiene. ¡Y cómo es posible, Dios mío...! que no pensaras que pasados
unos años, cuando a Adán y a Eva se les pasara la pasión de los enamorados, y
ese amor tan febril se convirtiera en un amor romántico, menos volcánico, y desgraciadamente después de pasados otros cuantos
años, finalmente, se convirtiera en apego; o lo que es lo mismo en un amor de
andar por casa. Sí, me estoy empollando un libro de Hellen Fisher (una antropóloga que habla de las drogas que se generan en nuestro cerebro cuando amamos) sobre los
tipos de amor, y tengo la cabeza con las neuronas sinapsiseando como locas. Con todos mis respetos Hellen, yo a la única conclusión que llego leyendo tu libro, es que amamos y somos infieles, porque aunque bramemos lo contrario: Nadie sabe cuidar de si mismo.
Estaba cantado Eva, cantado.
Cantado que pasados unos años, Adán y tú estaríais aburridos , tan aburridísimos como muchas parejas que hacen la compra en el súper cada sábado por la mañana. Supongo que Adán se dedicó a tejer
cestos de paja en plan hombre bricoleitor, y ti ya no te quedaba ni un
rincón del Paraíso que no hubieras barrido y fregado cincuenta veces. Comprendo
perfectamente tu soledad paradisíaca, sin libros, sin peluquerías, sin una
mujer a tu lado para desahogarte y contarle que tenías ganas de llorar. Porque
no nos vamos a engañar Eva, Adán ya no te quería como antes. ¡Y la primera en
darse cuenta fuiste tú! Cierto es, que si Adán te hubiera hecho un poquito mas de caso no
habrías dejado que la serpiente te regalara tanto el oído, pero no fue así...
Y como todos los actos tienen
consecuencia: por la costilla, la serpiente y la manzana, estamos donde
estamos.
Yo, sin embargo, sigo creyendo
que lo del Pecado Original fue una mala operación de marketing de los Ángeles Custodios, que no previeron el factor aburrimiento y dejaron a Dios sin una
información esencial.
Todas esta elucubraciones sobre
las Sagradas Escrituras, sobre Adán, sobre Eva tienen una explicación:
Hoy se cumplen 16 meses de mis
cuitas por Ez, 480 días de
llantos, 11.520 horas perdidas en la papelera del recuerdo y otros tantos mil
minutos y segundos desperdiciados de existencia. Sí, ya me he cansado de ver mi
cara de remolacha noche sí y noche también, mientras me cepillo los dientes
frente al espejo del baño.
Regina Bató se ha cansado de morir.
También me he cansado de ser una palurda, de estar comparando la SABIDURÍA de Ez con mis pobres conocimientos culturales. De pedirle a otro lo que yo misma me tendría que haber dado. Sí Ez, tú no tienes la culpa de que mi padre fuera el insípido. Tú sólo tienes la culpa de prometerme AMOR y romper la promesa, pero gracias a ti, he descubierto que el amor verdadero, es aquel que anda despacio... en la cuerda floja, tropezando, deteniéndose y volviendo a coger ímpetu para columpiarse en la llegada a la Meta.
Ese amor era el que me acompañaba cuando la tía Regina me llevaba al cine, cuando jugaba en El Raval con los amigos de Pinki, cuando iba con mi padre de caza y me quedaba embobada viendo como los patos nadaban entre los carrizos del río; ese amor era el que sentí por cada página de Los que vivimos.
Ese amor era el que tenía dentro de mí aquel día que nos conocimos, por primera vez, entre las cuatro paredes de un ascensor colgado.
¿Recuerdas...?
Regina Bató se ha cansado de morir.
También me he cansado de ser una palurda, de estar comparando la SABIDURÍA de Ez con mis pobres conocimientos culturales. De pedirle a otro lo que yo misma me tendría que haber dado. Sí Ez, tú no tienes la culpa de que mi padre fuera el insípido. Tú sólo tienes la culpa de prometerme AMOR y romper la promesa, pero gracias a ti, he descubierto que el amor verdadero, es aquel que anda despacio... en la cuerda floja, tropezando, deteniéndose y volviendo a coger ímpetu para columpiarse en la llegada a la Meta.
Ese amor era el que me acompañaba cuando la tía Regina me llevaba al cine, cuando jugaba en El Raval con los amigos de Pinki, cuando iba con mi padre de caza y me quedaba embobada viendo como los patos nadaban entre los carrizos del río; ese amor era el que sentí por cada página de Los que vivimos.
Ese amor era el que tenía dentro de mí aquel día que nos conocimos, por primera vez, entre las cuatro paredes de un ascensor colgado.
¿Recuerdas...?