Capítulo 5
Una de las películas favorita de Ez es El año que vivimos peligrosamente (1983, Peter Weir), con Mel Gibson y Sigourney Weaver. La verdad es que desde que vi Allien, para mí Sigourney Weaver es y será siempre la teniente Ripley, y no hay teniente con más pelotas que ella, capaz de enfrentarse solita a un monstruo asqueroso y no salir por patas de la nave espacial. Sinceramente, con mi fobia a las cucarachas y a los bichos de color negro, si hubiera tenido que vérmelas con un monstruo de la categoría de Allien me hubiera hecho el harakiri, allí mismo, delante de sus narices, mejor dicho delantito de sus enormes fauces; y luego después de estar muerta que me coma todo lo que quiera, incluso las uñas. Los pobres somos así, intentamos hacer un remake de una película aunque sea sólo con la imaginación y desbaratamos una obra maestra. Es que a nosotros la realidad de cada día nos pesa mucho, la imaginación la dejamos para cuando planchamos la oreja. A Ez le chifla El año que vivimos peligrosamente, porque hay periodismo del bueno. Amor del bueno, y toda la trama se desarrolla en un clima de política real e histórica. Y a Ez, además de interesarle los decadentes temas sociales, la política es uno de sus platos fuertes, porque es rojo hasta la médula, y digo rojo, porque así le gusta a él que le llamen. Aunque la guerra civil le pillara en el limbo, mejor dicho, pillara en el limbo al espermatozoide de su padre. Pero la militancia política no sabe de edades, parece que un profesor en la Universidad le llenó la cabeza con ideas proletarias; claro que viviendo en un ático de 300 metros, ya se puede ser rojo, ya. El primer día que visité la casa de Ez, me quedé flipando porque en el recibidor de su casa cabía un apartamento con cocina y baño y armarios empotrados incluidos. Después me pasó al comedor donde su mucama (una chica peruana con el pelo negro azabache, y que tiene una tristura dentro que sobrecoge) había preparado una exquisita cena: aguacates con gambas, solomillo a la pimienta, y un postre de los que se te saltan las lagrimas. Juro, que en mi vida había visto una mesa tan primorosamente preparada. Bueno, miento un poco, mi madre preparaba unas mesas con unos centros de flores que hacía ella misma que no tenían nada que envidiar a las que prepara la mucama de Ez. Pero en la mesa de mi casa, el mantel no era de hilo, no había cubiertos de plata y los platos no eran de porcelana blanca; eran de los de Duralex de toda la vida. Mi madre estuvo trabajando de camarera en el Hotel Ritz un par de años, y a otra cosa no, pero a mesas bien puestas y a comer correctamente no me tienen que enseñar mucho. Así que Ez esa noche, que además de crítico de cine le gusta ser un maestrillo en cuanto surge la ocasión, se le quedaron las ganas de enseñarme, porque de cine, y de la vida de los que no necesitan hacer cuentas ni a primeros ni a finales de mes tengo mucho que aprender. Pero de la vida de mi barrio, de cuchillos, tenedores, palas del pescado y pinzas para caracoles, lo puedo dejar boquiabierto . Y esa noche pasó eso, que Ez se quedó con tres palmos de narices; pero luego vino su momento de gloria. Después de cenar, nos sentamos en un precioso sofá de terciopelo morado, relleno de plumas, y contemplamos como Sigourney y Mel se enamoraban bajo la torrencial lluvia que caía en Yakarta, y al igual que ellos dejamos que la piel y la ropa se nos empaparan del mismo agua y de la pasión de ese amor naciente.
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