Llevo días pirateando el
ordenador de Ez. Lo sé, sé que puedo ir a la cárcel por ello. Pero me
encuentro en pura fase maniaca de mi bipolaridad y no me da ningún miedo pensar
en unas puertas de acero anti misiles cerradas con control remoto, y siete geos
apostados en la torre de Alcalá Meco para que no me escape. Cada vez que meto en el ordenador de Ez,
gracias a las claves que tan hábilmente me ha descifrado el señor Abderramán, me sube
un chute de adrenalina por la garganta que me deja colocada todo el día.
Y entonces, puede venir la polaridad negativa con diez cargas de electrones, me
siento vivita y coleando.
Aunque todo no es alegría, cuando
oigo la música de inicio de la pantalla del ordenador y veo una foto de El Perito Moreno, que es el lugar al
que Ez quiere ir antes de morir, me entra una mezcla de alegría y dolor que me llena
los ojos de lágrimas, pero a los dos segundos se evaporan, porque como he
escrito anteriormente (exactamente, en el capítulo 18) desde hace un mes
mis lágrimas están secuestradas por Madame
Serotonina, y ya no puedo llorar...
Pero a lo que iba, porque me
enrollo más que como un estor veneciano y me voy perdiendo en cada grieta de
tela hasta que mis neuronas se convierten en tránsfugas con una cuenta en las Islas Caimán.
Hackeando, hackeando pienso
descubrir antes que nadie las películas que se estrenan en la CARTELERA. Porque puedo renunciar a Ez,
a sus besos, a su piel, que la tiene más fina que el papel de fumar porque se
baña a lo japonés todos los días (sí, es un obseso del reciclaje, pero puede
dejar seco el embalse de Lozoya con tantos baños de vapor). Puedo renunciar a
su cálida voz; que fue realmente lo que me enamoró de él. Pero me es imposible quedarme sin
la magia que deprende una pantalla de cine y olvidarme de los cientos de personajes que han compartido
conmigo un pedazo de su vida. Es lo bonito que siempre tiene el cine:
El amor, y los los besos de otros acaban siendo tuyos, y el dolor de cada
uno de los que te miran, también se hace un poco nuestro.
Y ahí van los los primeros
estrenos que en mi batida virtual he descubierto:
Café
de Floré
Dir: Jean-Marc Vallé
Estreno: 17 de agosto
Yo estoy enamorada del diastema dental de los paletos de Vanessa Paradis. A Ez, esta mujer, no le gusta nada, dice que es una diva y a él las divas no le van un pelo. Yo creo que lo dice porque hace dos años intentó entrevistarla y, ella y su agente, le tuvieron esperando al teléfono más 24 horas, para luego darle calabazas porque la actriz, modelo, cantante, estaba muy cansada después de participar en un concierto de rock. Es lo que tiene ser una niña prodigio, y encima, francesa.
Estreno: 17 de agosto
Yo estoy enamorada del diastema dental de los paletos de Vanessa Paradis. A Ez, esta mujer, no le gusta nada, dice que es una diva y a él las divas no le van un pelo. Yo creo que lo dice porque hace dos años intentó entrevistarla y, ella y su agente, le tuvieron esperando al teléfono más 24 horas, para luego darle calabazas porque la actriz, modelo, cantante, estaba muy cansada después de participar en un concierto de rock. Es lo que tiene ser una niña prodigio, y encima, francesa.
En Café de Floré, V. Paradis interpreta a una humilde
peluquera que lucha con uñas y dientes, en el París de los años sesenta, para
sacar adelante a su hijo afectado con Síndrome de Down. La historia de esta
madre coraje corre paralela en flash backs de tiempo con la vida de Antoine (Kevint Parent), un famoso DJ recién
divorciado que vive en el Montreal actual.
Qué cuenta: Lo necesario que es
conseguir el perdón de aquellos que has amado, y del amor que uno se arrebata
cuando no es capaz de perdonar.
Mi escena TOP: un baile, una
canción, mientras las protagonistas escenifican sensualmente las normas de aviación civil.
A Roma con amor
Dir: Woody Allen
Estreno: 21 de septiembre
Estreno: 21 de septiembre
En
Estados Unidos, ciertas pasiones las llevan mal, rematadamente mal. Por este
motivo creo que Woody Allen es un triste
profeta en su tierra. Allí, nadie
entiende que un padre se enamore de su hija adoptiva, y si la hija adoptiva
tiene 35 años menos que su progenitor; los defensores de la moral americana le
ponen a esa historia de amor, un título muy poco romántico.
En
cambio en la Vieja Europa, en cuestión de amores, perdonamos todo. Y es que
nuestra historia está llena de hombres y mujeres con pasiones muy atormentadas.
La
reina Juana la loca (madre del Emperador Carlos V, el hombre que anexionó un Imperio en el
que no se ponía el sol), estuvo vagando un año entero por los campos de
Castilla acompañando el cadáver de su querido esposo; hasta que su padre, Fernando el Católico, la encerró en Tordesillas para siempre. En Inglaterra,
Enrique VIII decapitó a varias esposas y reinas en nombre del deseo y la
lujuria. Y si nos da por recordar lo que hicieron los Borgia en Italia, la cosa
alcanza tintes pornográficos. Y no pongo más ejemplos porque el Viejo Continente tiene como dicen las
ancianas majaretas de mi panadería: Mucha
miga.
Y
esa miga que lleva Europa en las entrañas, es la que hace que muchos europeos adoren el cine de W. Allen
(yo también me incluyo) y lo hayan convertido en: El Profeta de las contradicciones del ser humano.
Siguiendo
el tour turístico que inició Allen con Vicky
Cristina Barcelona, Midnihgt en París; le tocaba el turno a la ciudad eterna…
Y
en Roma, Woody Allen teje cuatro
historias. Un amor naciente (Woody
Allen). Un amor que se fractura por la llegada de alguien nuevo (Ellen Page y Jesse Eisenberg). Un amor
cándido, que se consolida por el azar y la fuerza imparable del oficio más viejo
del mundo (Penélope Cruz). Y por
último una cruel sátira sobre la fama (Roberto
Begnini).
Qué cuenta: Nada nuevo que W.
Allen no haya contado un montón de veces. El deseo de lo que no tenemos, y lo
volátil que es el amor para los que llevan toda la vida tras él.
Mi escena TOP: Roberto Begnini
paseando por las calles de Roma en busca de la fama que un día le abandonó.