Capítulo 13
-Quítate la falda mi niña - y Puerto.
-Regina súbela un poco, para la rodilla es suficiente.
-Tú sabess que en Cuba hay muchas Reginasss…
<<Y, “dale al molino Severino”, ¡Qué me da igual que en Cuba haya mil Reginas!, que mi rodilla está destrozada y me cuelga de ella un pellejo que deja al descubierto un hueso que no conocía>>
Y el tío siguió, dale que dale, zumba que zumba , poniéndome telas verdes encima de la pierna hasta dejar un zulo redondo por donde sobresalía mi maltrecha rodilla; y luego pinchotazo de anestesia por aquí pinchotazo de anestesia por allá, mientras no dejaba de hablarme de su tierra, de lo mal que le pagaban y de los favores que tenía que hacer a medio Pinar del Río. Menos mal que mientras tanto se me fue durmiendo la pierna y no sentí la vainica doble que hizo con un hilo de seda azul, finísimo. Porque plasta es un rato, pero en Cuba era un Cirujano Plástico buenísimo que se dedicaba a coser los "caretos" de las mujeres de los generales de Castro (eso es lo que me chivan las viejas de la panadería, ellas, siempre están a la última en todo tipo de chismes). Y es que la Seguridad Social tiene estas cosas, de repente te encuentras con un Cirujano Plástico en mitad de mi barrio, que es como encontrar una litrona en el dormitorio de Isabel Preysler, hablando de plásticos y cirujanos.
La herida que me suturó el Dr. Granizo (llamemos a las cosas por su nombre, Regina), en diez días estuvo lista y a pesar de su acento meloso y lastimero, juro que ese hombre no ha pisado mi cama en ningún momento. Y que conste que antes de conocer a Edwardz mi listón no era nada alto. El hombre es guapo, ojos verdes, tez morena y pelo castaño tirando a rubio. Pero como al Dr. Granizo le ves venir desde cinco kilómetros, cuando llega a tu lado tienes tal hartazgo que sólo tienes ganas de que te garabatee cinco recetas de Gelocatil y tomarte dos de golpe para que se te pase el zumbido de su "Son".
Y el zumbido de esta noche es de espanto, pero ni esposada bajo las escaleras de mi casa. Estoy drogada, y me siento como una de las octogenarias de la panadería, pero si cabe más vieja y arrugada. Al Seroxat, que llevo tomando desde primeros de diciembre, le he añadido por mi cuenta un antibiótico que me deja con ganas de vomitar (sí, a veces me medico yo solita), o sea un mejunje medicamentoso que me convierte en un deshecho tóxico. Encima, "el Madrid" ha perdido por goleada, y no sé que me joroba más que pierda el Madrid, o ver que el Barça es la bomba. Y aunque paso del fútbol como de las botas de Messi, no lo puedo evitar, en estos momentos las derrotas de los demás las hago mías; y me siento una pobre merengue vapuleada. Y para rematar mi desamparo Ez me ha llamado diez veces al móvil, y sólo de pensar en el pánico que me produce oír su voz para explicarme por enésima vez la dualidad de su corazón (entre la rubia o yo) me ha entrado un castañeteo de dientes que ni beber agua puedo. ¡Me estoy muriendo!
Hola amiga, me alegra mucho haber conocido tu blog ya que tiene informacion muy interesante.
ResponderEliminarNo todo el mundo se molesta en hacer uno para poder compartir conocimientos a traves de los diversos articulos, con el resto de personas y eso es algo muy bueno.
Saludos,
Francisco M.