Capítulo 27
He decidido dejar de enamorarme
platónicamente de cualquier hombre que pase por mi lado y me diga tres
tonterías melosas bien dichas. Porque la mayoría de las veces, el enamoramiento
se trata de eso, de lo que uno quiere escuchar.
Ez no es un hombre muy dado a los
piropos, a las adulaciones. Te puede decir que estás muy guapa con el mismo
tono que pide un café con leche en la cafetería que hay al lado de su casa. En
lo que a romanticismo se refiere es plano como un línea de telégrafos, y mira que ha tenido
tiempo de fijarse un poquito en Bogart, en Redford, en Paul Newman o en algún
XY que él considerase oportuno para aprender un poquito de entonación
romántica.
Mientras sueño con frases de
poetas, Ez sigue con la rubia a su puñetera bola. Sigue sin manifestarse en mi vida, y ya vamos por el 14 (catorceavo, si) mes de ruptura. En
mi aburrimiento de amor
desesperado, ayer, me enrollé con un hombre que entró en la panadería
cuando estaba a punto de cerrar. Físicamente no se parecía en nada a Ez, porque
además ser calvo, ojeroso, iba vestido con ropa tres veces por
encima de su talla verdadera. Tenía una voz aguardentosa y bronca que hubiera espantado en la noche a
cualquier damisela de barrio pudiente, pero a mí después de escuchar los gritos
y susurros de mis clientas durante casi doce horas seguidas, su voz me parecía
pura música y no pude decirle que no a una amable invitación.
Me dejarías invitarte a una cerveza,
si no tienes algo mejor que hacer…
<<No, no tengo nada que hacer,
no bebo cerveza, pero esta noche voy a beberme las que tu digas “Príncipe del
Lúpulo">>.
La cerveza, la tomamos en un Pubardisco cercano a la tahona y después una prolongada sesión de besos de tornillo nos
dijimos adiós con una sonrisa que
llevaba implícita un no vuelvo verte, mientras nos alejábamos en direcciones
opuestas. Yo soy una Panadera Woman, y sólo a las Pretty las van a buscar en limusina.
Tal vez en mi próxima vida seré
castigada, tal vez ya lo estoy siendo por odiar, amar y maldecir a un tiempo.
Pero es que llevo mal, muy mal los Jueves Santos en soledad y con la cruz del
desamor sobre mis costillas; y esa cruz ya me va pesando como si fuera de
plomo.
Hablando de plomos:
La madre de Ez no termina de
levantar cabeza desde aquel coma etílico a base de chupitos de vodka (ver
capítulo 20), realmente sigue con la pedrada en la cabeza de un amor que debió
dejarla, como a mí, trastornada, y que como no soy tonta se debía de llamar
Pablo, ya que ese nombre era el que gemía una y otra vez la señora madre de Ez
mientras el alcohol le daba permiso para gritar lo que realmente le viniera en
gana.
Rascafría, por otra parte, no deja de engordar las acciones de su
operador de móvil, ya que no deja de llamarme tres o cuatro veces reclamando mi
presencia en Jenner 5.
Y mientras eso pasa en Madrid, en
otro rincón del Planeta, en las Hoces del
río Duratón, para ser exactos,
canoa arriba, canoa abajo, dos amantes pasean su amor a golpe de remos por los desfiladeros de roca alentados por el
silencioso vuelo de los buitres.
¡¡¡NO me toques los ovarios SAN VALENTÍN!!!
¿Es ese el acuerdo al que
habíamos llegado tú y yo aquel 14 de febrero de 2010? ¡ Creo
recordar que yo no te pedí nada,
lo organizaste tú solito!
Vamos a ver, no planeaste que Ez
me jurase amor eterno en un hotel de Praga cercano al Palacio de invierno,
aquel día de los enamorados mientras me miraba con sus ojos miopes llenos de amor y mientras me besaba
apasionadamente.
¡¡¡Entonces, San Valentín, hoy Jueves Santo, estando a punto de morir nuestro señor Jesucristo en la Cruz, por
qué permites que Ez y la rubia estén otra vez de vacaciones !!!
Y no te vayas a escaquear ahora,
contándome lo del libre albedrío. San Valentín, tú
tienes la culpa de todito lo que me está pasando, así que, asume responsabilidades, porque los
santos también se equivocan. Dime tú, si no podías haber movido algunos hilos en el cielo, qué alguna mano
tendrás, y no me vayas a decir que no, porque tú eres un Santo muy bien
considerado en las alturas.
No podías, repito, haberle pedido un favorcillo a San Blas
para que hubiera dejado mudo al mentiroso de Ez aquella noche tan bonita.
No lo
hiciste San Valentín, y por no hacerlo he vivido un sueño que no me
pertenecía.
Ahora pienso en esa maldita
noche de Praga y me entran ganas
de convertirme en torpedo y no
dejar ni una sola canoa a flote en el río Duratón. Y, ya estamos a Viernes
Santo, el Señor ha muerto por toda la humanidad para ver si de una vez dejamos
de ser malos; y yo sin embargo, estoy poseída por el reverso tenebroso.
San Valentin, ya lo sabes, me debes una.
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