Capítulo 28
En la tahona hoy no ocurre nada extraordinario, Ramiro sigue en la trastienda amasando y diciendo las mismas barbaridades de siempre mientras suda como si fuera un exprimidor de limón lleno de agujeros. La cursi de Vanessa se ha pintado unos rabillos negros a lo Cleopatra que le hacen parecer un pez globo con dos algas en los ojos. Vanessa ya está de cinco meses, y las hormonas prenatales le han regalado una urticaria rosada, cada vez se ríe se le ponen los mofletes tan tirantes que parece que le han salpicado la cara con mercurocromo. ¿Y yo? Yo estoy engordado a la par que Vanessa y juro por Dios que no estoy embarazada, porque no hago el amor con absolutamente nadie, sólo besos de tornillo me permito.
En la tahona hoy no ocurre nada extraordinario, Ramiro sigue en la trastienda amasando y diciendo las mismas barbaridades de siempre mientras suda como si fuera un exprimidor de limón lleno de agujeros. La cursi de Vanessa se ha pintado unos rabillos negros a lo Cleopatra que le hacen parecer un pez globo con dos algas en los ojos. Vanessa ya está de cinco meses, y las hormonas prenatales le han regalado una urticaria rosada, cada vez se ríe se le ponen los mofletes tan tirantes que parece que le han salpicado la cara con mercurocromo. ¿Y yo? Yo estoy engordado a la par que Vanessa y juro por Dios que no estoy embarazada, porque no hago el amor con absolutamente nadie, sólo besos de tornillo me permito.
En cambio, en cuestión de comida, soy una promiscua del azúcar.
Otra vez tengo la voluntad perdida, porque me meto para el cuerpo las mismas
napolitanas de chocolate que se traga Vanessa para su niño Oscar y para su niña Uma. Sí, estos son los
nombres tan cinematográficos que ha elegido Vanessa para sus dos retoños. Porque
Vanessa, según ella, es clavadita a Uma Turman; pero concentrada en 150 cm de
estatura. Lo cierto es que se le da un aire, pero tan liviano que la fantasía se desvanece en 0,2 segundos. Si
Pinocho no fuera un cuento y de verdad creciera la nariz por mentir, Vanessa
tendría el apéndice nasal en
el Hemisferio Sur, allá con los pingüinos. ¡¡¡Qué mujer más trolera!!! No quisiera estar en la piel de esos dos angelitos cuando nazcan. Estoy segura de que en cuanto aprendan a balbucear las
primeras palabras van a pedir asilo político en alguna embajada de Kazajistan. Si los pobres
fueran capaces de escuchar las actividades escolares y extraescolares a las
que les va a apuntar su madre, se pensarían mucho lo dejar el
biberón y pasar a la papilla de verduras. Yo, que ellos, me quedaba mamando de
la tetina de silicona de por vida. Y que su madre, la repollo, fuera a las
clases de: danza, caballo, tenis y paddel que les tiene preparados. Y es que Vanessa en sus delirios de cine piensa que, los gemelos tienen que ser igualitos que Leo, el
hijo de Pe y Javier Bardem. Pero claro, a ellos les corresponde un profesor de polideportivo municipal. Vanessa tiene una adicción por las
actividades infantiles que va a fundir el único polideportivo del
barrio a costa de sus gemelos. No
exagero, a lo tres meses de estar embarazada ya estaba pensando en las clases de natación para bebés. Vanessa es muy previsora, Vanessa lleva una vida pluscuamperfecta con su marido
(un musculitos con pantalón marcando paquete y polo Lacoste con el cuello
subido, Of. course). El Lacoste es de algodón topmantero, pero su BMW aunque
sea de tercera mano es cien por
cien made in Alemania. Domingo si
y domingo también, Vanessa y su marido, visitan la casa de sus padres
respectivos, y comen paella valenciana
o arroz con pollo, dependiendo. Un
thriller de vida como podéis imaginar.
Sin embargo, -aunque estoy hasta las trompas de Falopio de aguantar la verborrea de esta mujer, y maldigo mi tripolaridad- porque si no fuera por mis vaivenes emocionales, Ramiro no hubiera tenido la necesidad de contratar a Vanessa para que se ocupara de la caja registradora (mi cabeza se hace un lío con las vueltas monetarias, ¡ay!), aunque estoy hasta las trompas de Falopio, repito, de oír hablar de lactancia materna o mixta, y del mundo prenatal, debo de reconocer que Vanessa no se merece que yo sea tan despiadadamente burra con ella.
Un día, Ramiro, después de pelearse con la harina y lanzarle los insultos habituales llamó a Vanessa, le dijo que cogiera veinte euros de la caja y le fuera a comprar un tinte para las canas. Vanessa volvió de la droguería con un bote de Peljoven y después de que Ramiro estuviera encerrado en el baño hora y media con ese mejunje en la cabeza, apareció con la cabellera color marrón desvaído y con unos goterones morados tatuados en la frente que le hacían parecer el mismísimo Anton Chigurh (sí, el asesino de la película de los Coen). Y en cuanto Ramiro se cruzó con los ojos de besugo de Vanessa le lanzó una mirada leonina a la cara y Vanessa se fue corriendo otra vez para la droguería y le trajo un tinte blanco. Y con las lanas de la oveja Dolly al viento Ramiro se preparó para celebrar su aniversario de boda, pero su mujer, como siempre, le dio calabazas.
Un día, Ramiro, después de pelearse con la harina y lanzarle los insultos habituales llamó a Vanessa, le dijo que cogiera veinte euros de la caja y le fuera a comprar un tinte para las canas. Vanessa volvió de la droguería con un bote de Peljoven y después de que Ramiro estuviera encerrado en el baño hora y media con ese mejunje en la cabeza, apareció con la cabellera color marrón desvaído y con unos goterones morados tatuados en la frente que le hacían parecer el mismísimo Anton Chigurh (sí, el asesino de la película de los Coen). Y en cuanto Ramiro se cruzó con los ojos de besugo de Vanessa le lanzó una mirada leonina a la cara y Vanessa se fue corriendo otra vez para la droguería y le trajo un tinte blanco. Y con las lanas de la oveja Dolly al viento Ramiro se preparó para celebrar su aniversario de boda, pero su mujer, como siempre, le dio calabazas.
-Amor, no puedo salir del
trabajo -le dijo ella- con voz melosa, por cuarto aniversario consecutivo.
Y Ramiro en vez de quedarse en
la trastienda con la cabeza baja y bebiendo coñac de una petaca plateada hasta la madrugada, nos
invitó a Vanessa y a mí al mejor restaurante del barrio, un italiano decorado
con mesas de madera oscura y manteles blancos bordados, donde ponen unos canelones de foie gras
que nada tienen que envidiar a los de Arguiñano.
Ese miércoles fue el único día que Vanessa no habló ni una sola palabra de sus gemelos.
Nos sentamos los tres en silencio en una preciosa mesa adornada con margaritas blancas que había preparado Giada, la camarera del Santa Madonna, y después de la mozzarella con tomate, cuando Giada nos trajo los segundos platos, Vanessa miró a Ramiro y se le empezaron a caer unos lagrimones como garbanzos y ni Ramiro ni yo dijimos nada; ella siguió comiendo a dos carrillos mientras la cortina de agua le nublaba la vista y pinchaba como una autómata los ñoquis de mi plato confundiendo su comida con la mía.
P.D.
Dedicado a J J.J.L
Nos sentamos los tres en silencio en una preciosa mesa adornada con margaritas blancas que había preparado Giada, la camarera del Santa Madonna, y después de la mozzarella con tomate, cuando Giada nos trajo los segundos platos, Vanessa miró a Ramiro y se le empezaron a caer unos lagrimones como garbanzos y ni Ramiro ni yo dijimos nada; ella siguió comiendo a dos carrillos mientras la cortina de agua le nublaba la vista y pinchaba como una autómata los ñoquis de mi plato confundiendo su comida con la mía.
P.D.
Dedicado a J J.J.L
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