Capítulo 21
Respiro, el aire cargado de
humedad entra en mis pulmones, me hace daño, pero sigo respirando. El mar está
tranquilo, Ez y yo estamos dentro de un bote salvavidas en mitad de la nada. Estamos
desnudos, el sol nos ha quemado la piel y nuestros cuerpos están cubiertos de
pellejos que se desprenden y dejan ver las heridas. Ez tiene la mirada clavada
en el agua, lleva así un buen rato. Habla al fin desde su cara agrietada y negra: no te voy a querer nunca más.
Me lo dice con rabia, con tanta
rabia que me pongo a llorar. Pero
él grita ahora con voz de ruso hijo de puta que regenta un burdel de carretera:¡Llora,
llora!.
He seguido llorando hasta que un
borracho, mejor dicho, dos cenutrios y un borracho han empezado a pegar gritos
debajo de la ventana de mi casa. Entonces ha sido cuando Ez, el bote salvavidas
y yo nos hemos desvanecido en la niebla a las cuatro de la mañana hora local.
Después de maldecir a Xua Ling y a todo su árbol genealógico por vender el
tinto Don Simón más barato que el agua mineral, me he levantado con un mal
humor inconmensurable. Me he lavado los dientes como si mi dentadura fuera la
de un tiburón adicto al tabaco, y a continuación me he metido una ducha, y con
la angustia que llevaba encima no he sido capaz de regular el agua caliente con
el grifo monomando que Nicolás Panduro (el albañil que me ha hecho la reforma
inteligente de mi hogar) me ha instalado en el baño, y con los labios
amoratados y la piel más tersa que el filo de una navaja me he ido a la
panadería con un vestido saco estampado de flores, que guardo para las
ocasiones en la que vestirse se convierte en una tortura.
Ez después de volver de Sevilla y
hacerle pasar a su madre una ITV médica de cuidado se ha ido a pasar el Fin de Año a la India. Sí, entre su
crisis viejuna y el existencialismo fílmico que se sigue tragando veo que va
camino de hacerse sacerdote del TAJ MAJAL. Sinceramente, no me duele que se
haya ido al Ganges sin mí. Yo, con el olfato que tengo lo hubiera pasado mal,
muy mal. Lo que me llena de tristura es pensar que estará con la rubia con nariz de cerdito en uno de esos
hoteles de lujo. Y el Ganges ni lo habrán olido…
Y a mitad de camino, a las siete
y un minuto, otra vez Rascafría la
mucama de Ez me llama. Y cada vez que el nombre de Rascafría parpadea en el
móvil me entran sudores, porque después de las Lágrimas de vodka (leer capítulo
anterior, please) temo que algo terrible vuelva a ocurrir en Jenner 5. Porque
Rascafría, desde el día de la tremenda borrachera con vodka que agarró la madre
de Ez (aunque los médicos lo siguen llamando intoxicación etílica) se ha vuelto
una mujer asustadiza que me llama tres veces al día, y me da el parte médico
como si yo fuera la prima del mismísimo doctor Marañon:
-La señora desayunó: café, naranja,
tostadas y luego tomó su medicina, cabal, verdad.
-La señora almorzó: verduras pochadas y
merluza a la plancha, y luego tomó su medicina, cabal, verdad.
- La señora cenó… cabal, verdad. Señorita
Regina, hágame el favor ¿cuándo vendrá usted por la casa?.
Y, ahí me mata la mucama, porque
esa casa me quema como la lava y
me atrae como la misma vida.
Tal vez por eso, y porque no quiero volver a intoxicarme con el E-330, voy a cenar este 31 de diciembre con la madre de Ez y Rascafría.
Feliz 2013, Amor.